¿Y si el tiempo se convirtiera en un material tan maleable y sensible como la luz o el silencio?
Cada obra, ya sea pensada, vivida o sólo soñada, está atravesada por temporalidades secretas, a veces fugaces, a veces infinitas. Es esta danza invisible entre momentos, duraciones y ecos la que da forma a la alquimia de una creación.
Todo comienza mucho antes de que la obra tome forma. La idea se asienta pacientemente, alimentada por inspiraciones y dudas. Este tiempo oculto, casi inmóvil, prepara lo que, un día, saldrá a la luz. Una lenta gestación donde cada segundo ya susurra el trabajo por venir.
Luego llega la hora en que la obra se materializa. En lo efímero de una performance o en la densidad de un objeto tangible, cada gesto inscribe el momento de una historia.
El momento es frágil, pero poderoso, llevado por un aliento que nunca volverá de la misma manera. Aquí entra en juego todo: la intensidad de una mirada, la resonancia de un movimiento, la vibración del tiempo que pasa entre los dedos.
¿Qué queda cuando la obra desaparece? Una huella, una reminiscencia, una pregunta. Cada espectador se lleva una parte de este tiempo compartido, que extenderá a su imaginación o a su vida cotidiana.
La obra sigue viviendo, de forma diferente, en la mente de quienes la encontraron. Y a veces reaparece transformada, enriquecida con una nueva luz.
Escribamos juntos esta partición del tiempo.
Contáctame y hagamos de este momento el comienzo de una creación única y atemporal.